He de reconocer que hay cosas que me cuesta digerir, que soy, ¿cómo os diría?.... de espoleta retardada. Me cuesta entender los desplantes de personas a las que jamás se me hubiera pasado por la cabeza hacerles ningún daño, que de repente te den la espalda y después la cara sin más, personas a las que realmente aprecias y por las que hubieras dado todo lo que hubiese sido menester...y pienso, no lo está haciendo a propósito, le estará ocurriendo ésto, le estará ocurriendo aquello, me lo estaré imaginando, me pongo en su lugar y me despongo 1500 veces al día, se me contractura el trapecio, se me engancha el gemelo, tengo mareos, se me distensa el talón de aquiles, voy coja unos días hasta que voy a la físio, vuelvo acordándome de su puñetera madre... y todo ésto, por la maldita costumbre de empatizar con todo Dios que se mueve: amigos, enemigos, familiares,clientes, animales y plantas.
Evidentemente, yo no soy perfecta, y a juzgar por lo que me conozco, que cada día es menos, soy consciente de que he podido herir a personas con mis palabras o mis hechos-entre otras cosas, porque tengo esa maldita costumbre de decir las cosas como las pienso y a la cara a lo bestia-, y eso si, la bendita manía de pedir disculpas sinceras si puedo comprobar que efectivamente he podido hacer daño a alguien; independientemente de que algunas de ellas vayan por detrás poniéndome de vuelta y media, lo que ya os digo desde aquí, que me la repantinfla.
Y con toda esta rataíla de explicaciones no pretendo hacerme la víctima, con ello crearía mi propio verdugo; pero eso si, dejar claro que cada día, aunque sea poco a poco me voy apercibiendo de quien cuenta y quien no; y solo decirles, a todos esos que con malas formas y sin explicación me habéis dado la espalda: ¡que os huele el culo a mierda que no veas!
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