martes, 22 de enero de 2008

SOY ETÉREA



Querido señor, cuanta tristeza me provocó verle aflijido. Me hubiese gustado darle un abrazo y acariciarle la mano, pero mi telliz me lo impidió...los picapleitos somos así. No debemos mostrar ni un ápice de sentimientos si no zzasss.... estás perdido.

No sabe usted cuantas veces le llevo conmigo. No consigo borrar de mi mente sus gimoteos, y sus ojos azules... todavía humedecidos, en ocasiones no me dejan dormir. No debió usted confiar en mi, toda esta carga me hiela el corazón y me oscurece el alma.

Debo advertirle señor, que las personas que me conocen creen que dudo en cada momento y que mis consejos no son más que palabrerías que se lleva el viento. Cuando de asuntos serios se trata, corren a buscar a un jurista que les ilumine en el camino, o simplemente volatilizan mis veredictos, haciendo que me tambalee como una muñeca tentetiesa... además estoy segura que se deleitan con ello.

Hacerle saber, que no pienso dejar que esas personas impidan que tenga usted la mejor defensa y... cuando todo esto acabe, me desprenderé de mi armadura unos segundos y le abrazaré, solo así comprenderá que sus lágrimas no fueron etéreas y que mi defensa fue, además de lega... de corazón!