miércoles, 2 de marzo de 2011

disfraz


Esta semana se trajina en mi casa un teje-maneje particular con lo del Carnaval. Narices pintadas, sombreros, corbatas, lazos y disfraces varios para unos niños que están encantados con esta fiesta pagana y estrambótica.

Lo cierto es que en ésto, mis hijos no han salido del todo a mi. Yo, para mi desgracia, tengo el sentido del ridículo excesivamente agudizado. Desde pequeña, mi madre, aunque me consta que lo intentó, jamás consiguió disfrazarme y hacerme desfilar ante las miradas atentas de todos los que quisieran ver...He de confesar que, aún ahora, en ciertas situaciones y por suerte cada día menos, el miedo al ridículo se me apodera y os aseguro que si pudiera, haría un agujero y me taparía...¡que le vamos a hacer!


La única vez que con conocimiento de causa me disfracé, contaba yo con unos veinti y escasos, pero tanto me puse en el papel, que acabé llorando desconsolada porque estaba amaneciendo y debía marchar a casa antes de que saliera el sol o el mismo me destruiría. Así que después de aquello, he preferido mantenerme al margen del carnaval, por lo de no hacer el ridículo...


Pero, así visto desde la barrera, quien no ha querido ser alguna vez uno de los personajes con máscara de Eyes Wide Shut para entremezclarse entre aquel "Sodoma y Gomorra" sin fin... aunque pensándolo bien, seguro que yo sería la que resbalaría por las escaleras, daría ocho vueltas de campana y acabaría sin duda, dando la nota cómica.