jueves, 1 de enero de 2015

análisis varios

Y la mañana del 30, como en otras tantas ocasiones -no muchas, afortunadamente- me metí en el coche, medio infartada, para dirigirme a una extracción de sangre matutina. Si ya me jode salir de casa sin desayunar, no digamos si  es para formar parte de esta especie de ritual satánico  del que por mucho que pasen los años, la medicina no consigue avanzar...siempre es lo mismo: alcohol, algodón , tira de goma presionadora de brazos, agujas, sacasangres más o menos experimentad@ y yo.

Para no mentiros,  andaba más tranquila que de costumbre. Visualicé la situación y por momentos la tuve, por completo, controlada. La extractora de las últimas veces, que es una rubia con voz agradable, se apuntó el pasado septiembre a mi turno de Pilates y a ésto se suma,  que es la mamá de una compañera de ballet de mi princesa y con la que, sin lugar a dudas, iba a mantener una conversación amena y entretenida sobre la última representación a modo de: " Esta vez lo hicieron muy bonito ¿no crees?  (Ella habla y toma los datos) Ya no parecen una cuadrilla de desorientadas ¿verdad? (ella vuelve a hablar y me aprieta la goma) ¿y la profesora que me cuentas?(ella me contesta y me clava la aguja, yo busco un punto fijo y me concentro en respirar, no la escucho) ¿Te aclaras con el roll up? (ella me quita la goma y me solicita que haga presión para que no me desangre....). Prueba superada, feliz año, dos besos y FIN.

Así que, caminé hacia la clínica con paso firme mientras un frío polar me cortaba la cara y la marcha triunfal Aida de Verdi resonaba en mi cabeza. Llamé al timbre, apunto estuve de arrancar la puerta  y me adentré en el pasillo hasta llegar a la altura de la tercera habitación a la derecha. Inspiré, abrí la puerta y...con una bata blanca me esperaba un hombre medio hipster medio indo pakistaní con una sonrisa "profident"... En ese preciso instante desapareció el diálogo ensayado para con la rubia y presa de un ataque de pánico dejé de respirar.

- Hola,  buenos días, ¿está usted bien?- trató de ser amable- a lo que asentí con la cabeza mientras controlaba  el parabán por si era menester lanzárselo a la cabeza para huir. De hecho creo recordar que era lo único que tenía controlado. Seguir sin respirar no me ayudaba en absoluto. Respiré. Me preguntó los datos y se los facilité informándole de que soy extremadamente sensible, que era muy probable que me mareara, y acabara vomitando y perdiendo el conocimiento, momento tras el cuál soltó una una carcajada que me dejó del todo descolocada. Me invitó a acostarme en la camilla. Por supuesto, le contesté que no (muy digna). Puso la goma y apretó hasta que parecía que iba a  explotarme el brazo. Le pedí que me hablara de algo. Me comentó de forma distendida que podía verse perfectamente la vena. ¡Oh, cielos! Le  informé en un tono de voz casi agresivo que lo estaba haciendo fatal. Me pinchó y seguía hablando del sexo de los ángeles. Busqué un punto y me concentré, respiré y comencé a ver luces hasta que me volví hacia el moreno que me comunicó que había terminado mientras presionaba la herida, y al que le salía una viñeta en su derecha en la que podía leerse: "Bingo. De buena mañana me ha tocado la grillada". Me volví pequeña y desaparecí por debajo de la puerta.

Y ahora, desde la perspectiva que me da el tiempo, me doy cuenta de que es la única situación predecible que soy incapaz de controlar, de modo que como propósito de año nuevo este 2015, nada de metas convencionales, voy a proponerme superar esta situación, aunque para hacerlo tenga que acudir a un profesional ha hacerme análisis... día si y día también. Tiembla Adeslas...