miércoles, 26 de enero de 2011

desastre catastrófico

Esta semana no le va peor a una porque no se entrena, lo que no se descarta a los efectos de aparecer en los periódicos y que a una la conozcan por algo y lo peor de todo es que...¡todavía es martes!

 Llevo con resignación y cierta clase el metro sesenta, el no llevar tacones porque me duelen soberanamente los pies, este cuerpo que se le queda a una después de los partos, el tener una autoestima que se asemeja a una montaña rusa y el estreñimiento...pero lo de una condena en costas en el palmarés, con pérdida que sobreminuta incluida y con ella, todo lo planeado...eso a una, la deja literalmente "hecha una cataplasma".


Hoy mismo he andado por el "hall" de los Juzgados y mi apariencia se asemejaba más a una judía errante que a la Any McBeal de costumbre, mientras, el contrario me observaba y ni por asomo era capaz de adivinar lo que yo andaba maquinando. Se me han ocurrido millones de cosas para evitar el enfrentamiento verbal, entre otras excentricidades, dejarlo inconsciente y arrastrarlo hasta el baño para encerrarlo, pero el pestillo quedaba en el interior y el Guardia Civil no me quitaba ojo, otra como fingir un desmayo...pero no me veía capaz de aguantar el ataque risa, y entre tanto pensamiento... me han reclamado en la Sala, a la que he entrado hiperventilando y rezando para que le diera un vahído a cualquiera de los que allí dentro estaban. Al final, no ha llegado la sangre al río, y sin desvanecimientos ni violencias de ningún tipo, he salido airosa  con esa sobredosis de adrenalina que me da la pelea judicial y que me arrastra a seguir estando a la greña con cualquiera que se me ponga por delante...aunque tenga que llegar para ello, a la segunda instancia.


Mirándolo bien, igual no ha sido el desastre tan catastrófico.

martes, 18 de enero de 2011

miedos varios

Ya se han dormido las fieras y hace unos días que los virus y las bacterias se han largado de mi casa con maleta en mano prometiéndome que no piensan regresar hasta el próximo invierno. A saber por donde deben andar ahora, espero que no hayan visitado al viejecito del otro lado de la calle, pero tampoco pienso cruzarla para comprobarlo...todo sea que regresen pancarta en mano como lo hicieron la última vez, y nos semianiquilen.

Aquí estoy escribiendo de nuevo y viendo una serie de zombies, lo que jamás creí que acabaría haciendo. Me aterrorizan esos bichos, bueno esos y los vampiros, la verdad es que me tengo miedo a millones de cosas: tengo miedo a estar sola en casa, y a las tormentas, a los ruidos muy fuertes, a nadar en la playa cuando ya no hago pie, a la oscuridad, a la muerte, a las arañas, escorpiones y animales picadores en general, a no volver a estar con los que quiero, a equivocarme, a que me pisen los dedos cuando voy descalza, me da miedo las personas que cambian el tono de voz como si las poseyeran...pero nada que ver con el miedo a los coyotes que tenía mi adolescente preferida, el mediterráneo es tierra de coyotes, los hay a cientos, que digo a cientos, a miles..., por suerte, casi los mismos que poseídos y zombies.




lunes, 3 de enero de 2011

aire fresco

Todos los propósitos de una Navidad pegajosa y rimbombante, se tambalearon el 25 cuando acabamos en la habitación 332 del Hospital. Como siempre no fue nada importante, pero solo el hecho de no controlar la situación...me pone enferma. Pensé que el espíritu Navideño habría invadido los cuerpos de las enfermeras y esta vez iban a ser cariñosas, cercanas y humanas; pero también ese bicho debe estar en crisis y solo se apoderó de la morena de pelo largo. Las demás andaban agrias y despistadas como de costumbre...que, digo yo: deberían hacer un psicotécnico de humanidad obligatorio para enfermeras y doctores cada dos meses,  cada 15 días en las plantas de pediatría...y la que no lo superara, ¡zas!...despido procedente.


Por fin hemos llegado de nuevo a casa, y solo quedan diarreas varias y lloros por comida selectiva...cosas estas, que olvidaremos en breve, cuando el viento fresco  nos corte la respiración y la nieve deje nuestras manos doloridas. Pongo tierra de por medio y me voy con las maletas llenas, llenas de recuerdos amables, de complicidades, de abandonos, de pleitos vencidos y perdidos, del cariño de la amistad, de pérdidas de personas que creí amigos y de  bombones de chocolate negro aderezados con cerezas y kirsch. Volveré con el nuevo año con las manos vacías, para llenarlas de lo que el futuro quiera ofrecerme, aunque he de confesar que cada día me conformo con menos.