domingo, 6 de noviembre de 2011

mal de otoño


Comenzó el verano apenas sin darme cuenta y se marchó casi de puntillas. Solo con él algunas tardes de disfrute y muchas de trabajo, como viene siendo habitual en los últimos tiempos... eso sí, con un "kit kat" de alegrías compartidas salpimentadas de agua salada.

Como siempre el otoño me adentra en pensamientos de hojas rojas con níscalos y un semblante de capa caída extremadamente melancólico. Llevo miles de otoños intentando encontrar el encanto de un hacerse de noche inmediato, de un jardín semi desértico y de un corazón que se angustia hasta bien entrado el consumismo navideño...pero nunca lo consigo.

Incluso este año celebramos Haloween en casa, por si encontraba con aquello, una especie de pértiga hacia el comprar compulsivo sin pasar por este estado de autoestima menos veintitrés que me caracteriza en esta estación. Os prometo que lo intenté todo: me vestí de bruja e incluso planté un simulacro de tumba con muerto incluido al que se le encendían los ojos de color verde parpadeantes, los niños de murciélago y vampira corrieron y saltaron hasta caer rendidos en el sofá, y yo...lejos de encontrar aquello que buscaba, no duermo bien desde entonces ,recordando la calavera viviente de mi jardín y los vecinos vestidos de yo que me sé,  tirados por el suelo de la acera sin mediar palabra alguna.

Mañana sin falta, acudo a por un suplemento vitamínico y Dormidina 25, y si tienen comprimidos para el mal de otoño...yo no se vosotros, pero yo me pido dos cajas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

el último verano de 34 (a Rebeca)

Nada tiene que ver este último con aquellos veranos interminables de niños corriendo por el huerto para encontrarnos, de gritos comunicativos, de miradas con complicidad, de Manolo matando dragones nocturnos con escopeta de balines, de chapuzones eternos con cuerpos arrugados incluidos, de la recogida de la algarroba con sacos de rafia, meriendas de Nocilla y frío de flash y risas.

Ahora la balsa ya es piscina, los huertos están estériles, nos comunicamos casi en silencio a través del móvil, en ocasiones entro y salgo del agua tan rápido que apenas consigo mojarme, las algarrobas se pierden entre los hierbajos, paso por el pasillo del supermercado donde está la Nocilla, apresurada y con los ojos cerrados, y he prohibido a mis hijos comer flash...mejor algo que alimente. 

Manolo hace tiempo que masilló los agujeros de las paredes y las repintó...Pero, lo que sigue igual, son nuestras miradas de complicidad para escoger cuidadosamente la ropa de nuestros hijos (antes muñecos)  y nuestras risas, ahora aderezadas de tabaco rubio y vino blanco. Un placer seguir compartiendo contigo... tardes de verano.





viernes, 29 de julio de 2011

perdida

Hace un infinito que me perdí, estaba oscuro y  en exceso llovían las críticas y resentimientos con nombres y apellidos. El olor a insultos mojados se entremezcló con las ansias de victoria que acabaron en nada el 22 de mayo, bueno si,...en otra derrota más en mi curriculum que ya anda copado en estos menesteres. 


No es que ahora me haya encontrado, pero al menos se donde estoy y  a donde deseo regresar. He vuelto para quedarme, y aunque lo de prometer no es de mi estilo, rondaré por aquí de nuevo más a menudo que en los últimos meses.


Besos a todos, os he echado de menos y.... un abrazo a Maik.

miércoles, 2 de marzo de 2011

disfraz


Esta semana se trajina en mi casa un teje-maneje particular con lo del Carnaval. Narices pintadas, sombreros, corbatas, lazos y disfraces varios para unos niños que están encantados con esta fiesta pagana y estrambótica.

Lo cierto es que en ésto, mis hijos no han salido del todo a mi. Yo, para mi desgracia, tengo el sentido del ridículo excesivamente agudizado. Desde pequeña, mi madre, aunque me consta que lo intentó, jamás consiguió disfrazarme y hacerme desfilar ante las miradas atentas de todos los que quisieran ver...He de confesar que, aún ahora, en ciertas situaciones y por suerte cada día menos, el miedo al ridículo se me apodera y os aseguro que si pudiera, haría un agujero y me taparía...¡que le vamos a hacer!


La única vez que con conocimiento de causa me disfracé, contaba yo con unos veinti y escasos, pero tanto me puse en el papel, que acabé llorando desconsolada porque estaba amaneciendo y debía marchar a casa antes de que saliera el sol o el mismo me destruiría. Así que después de aquello, he preferido mantenerme al margen del carnaval, por lo de no hacer el ridículo...


Pero, así visto desde la barrera, quien no ha querido ser alguna vez uno de los personajes con máscara de Eyes Wide Shut para entremezclarse entre aquel "Sodoma y Gomorra" sin fin... aunque pensándolo bien, seguro que yo sería la que resbalaría por las escaleras, daría ocho vueltas de campana y acabaría sin duda, dando la nota cómica. 

martes, 15 de febrero de 2011

15 febrero


Ando como el tiempo, gris y lluviosa...y tras el cristal,  un mundo con el que no me apetece interactuar. Me quedaría aquí, observando e imaginando, imaginar...se me da, no del todo mal.

Imagino que a Didi no le duele el alma y la tranquilidad que otorga el haber dado amor y cariño infinitos, le devuelve el entusiasmo y la sonrisa que le son propias...pero rápido.

De Lerele imagino que jamás sus lágrimas debieran  empañar el objetivo... ni su meta, porque su sonrisa es sustento para muchos, incluso para mi. Imagino que no se entristece la mirada de quien es capaz de tener ocurrencias con cualquier cosa, y a quien sus hijas no pueden querer más, porque es imposible. Imagino que jamás conseguiré el temple y la serenidad ante las adversidades de la hermana pequeña de papá, la que calienta el alma con un abrazo, la que tranquiliza con la mirada y otorga paz con su sonrisa...esa que es de cristal.

Y es que hoy quiero imaginar que caminamos bajo la lluvia, sin paraguas y sin mojarnos, que los charcos no calan en nuestros pies  helados, y que mañana volverá a salir el sol y junto con él, las ganas de seguir sonriendo. 


miércoles, 26 de enero de 2011

desastre catastrófico

Esta semana no le va peor a una porque no se entrena, lo que no se descarta a los efectos de aparecer en los periódicos y que a una la conozcan por algo y lo peor de todo es que...¡todavía es martes!

 Llevo con resignación y cierta clase el metro sesenta, el no llevar tacones porque me duelen soberanamente los pies, este cuerpo que se le queda a una después de los partos, el tener una autoestima que se asemeja a una montaña rusa y el estreñimiento...pero lo de una condena en costas en el palmarés, con pérdida que sobreminuta incluida y con ella, todo lo planeado...eso a una, la deja literalmente "hecha una cataplasma".


Hoy mismo he andado por el "hall" de los Juzgados y mi apariencia se asemejaba más a una judía errante que a la Any McBeal de costumbre, mientras, el contrario me observaba y ni por asomo era capaz de adivinar lo que yo andaba maquinando. Se me han ocurrido millones de cosas para evitar el enfrentamiento verbal, entre otras excentricidades, dejarlo inconsciente y arrastrarlo hasta el baño para encerrarlo, pero el pestillo quedaba en el interior y el Guardia Civil no me quitaba ojo, otra como fingir un desmayo...pero no me veía capaz de aguantar el ataque risa, y entre tanto pensamiento... me han reclamado en la Sala, a la que he entrado hiperventilando y rezando para que le diera un vahído a cualquiera de los que allí dentro estaban. Al final, no ha llegado la sangre al río, y sin desvanecimientos ni violencias de ningún tipo, he salido airosa  con esa sobredosis de adrenalina que me da la pelea judicial y que me arrastra a seguir estando a la greña con cualquiera que se me ponga por delante...aunque tenga que llegar para ello, a la segunda instancia.


Mirándolo bien, igual no ha sido el desastre tan catastrófico.

martes, 18 de enero de 2011

miedos varios

Ya se han dormido las fieras y hace unos días que los virus y las bacterias se han largado de mi casa con maleta en mano prometiéndome que no piensan regresar hasta el próximo invierno. A saber por donde deben andar ahora, espero que no hayan visitado al viejecito del otro lado de la calle, pero tampoco pienso cruzarla para comprobarlo...todo sea que regresen pancarta en mano como lo hicieron la última vez, y nos semianiquilen.

Aquí estoy escribiendo de nuevo y viendo una serie de zombies, lo que jamás creí que acabaría haciendo. Me aterrorizan esos bichos, bueno esos y los vampiros, la verdad es que me tengo miedo a millones de cosas: tengo miedo a estar sola en casa, y a las tormentas, a los ruidos muy fuertes, a nadar en la playa cuando ya no hago pie, a la oscuridad, a la muerte, a las arañas, escorpiones y animales picadores en general, a no volver a estar con los que quiero, a equivocarme, a que me pisen los dedos cuando voy descalza, me da miedo las personas que cambian el tono de voz como si las poseyeran...pero nada que ver con el miedo a los coyotes que tenía mi adolescente preferida, el mediterráneo es tierra de coyotes, los hay a cientos, que digo a cientos, a miles..., por suerte, casi los mismos que poseídos y zombies.




lunes, 3 de enero de 2011

aire fresco

Todos los propósitos de una Navidad pegajosa y rimbombante, se tambalearon el 25 cuando acabamos en la habitación 332 del Hospital. Como siempre no fue nada importante, pero solo el hecho de no controlar la situación...me pone enferma. Pensé que el espíritu Navideño habría invadido los cuerpos de las enfermeras y esta vez iban a ser cariñosas, cercanas y humanas; pero también ese bicho debe estar en crisis y solo se apoderó de la morena de pelo largo. Las demás andaban agrias y despistadas como de costumbre...que, digo yo: deberían hacer un psicotécnico de humanidad obligatorio para enfermeras y doctores cada dos meses,  cada 15 días en las plantas de pediatría...y la que no lo superara, ¡zas!...despido procedente.


Por fin hemos llegado de nuevo a casa, y solo quedan diarreas varias y lloros por comida selectiva...cosas estas, que olvidaremos en breve, cuando el viento fresco  nos corte la respiración y la nieve deje nuestras manos doloridas. Pongo tierra de por medio y me voy con las maletas llenas, llenas de recuerdos amables, de complicidades, de abandonos, de pleitos vencidos y perdidos, del cariño de la amistad, de pérdidas de personas que creí amigos y de  bombones de chocolate negro aderezados con cerezas y kirsch. Volveré con el nuevo año con las manos vacías, para llenarlas de lo que el futuro quiera ofrecerme, aunque he de confesar que cada día me conformo con menos.