lunes, 20 de septiembre de 2010

los madriles

Cuando la pricesa de las demandas me comentó la posibilidad de marchar con ella a la capital, pensé: no puedo, el trabajo, los hijos, los comentarios...pero cinco días después allí estábamos...iba a decir que allí estábamos esperando al tren en el andén , pero más bien el tren nos esperaba a nosotras, poco después de que un trago de cocacola me saliera literalmente por las narices tras un comentario poco afortunado y el consecuente ataque de risa. Tras cuatro horas y media sentada y cuando ya tenía la sensación de tener el culo cuadrado, llegamos a Atocha...la estación de las palmeras, palmeras que no encontrábamos y de las que a poco acabamos recogiendo dátiles encaramadas a las copas.

Mal presagio, del que no me percaté hasta una hora después, debió ser el hecho de no aclararnos a salir de la estación a la primera de cambio, pero la guinda del pastel fue el no encontrar el hotel donde nos hospedábamos y que supuéstamente se encontraba a 200 metros, hasta haber caminado 3 kilómetros y 3 cuartos de hora. Y yo, que el cabreo en estos casos está asegurado, decidí cambiarlo por la creación de endorfinas a lo bestia...tanto me reí que apunto estuvo un ciclista de atropellarme y el recepcionista del hotel debió pensar que andábamos completamente colocadas. Pero, el colofón final del despiporre llegó al entrar en la habitación y comprobar que la ducha estaba en el centro de la habitación, y era...completamente transparente. No voy ha hacer ningún comentario al respecto, solo que ya no hay secretos entre mi mantra y yo...

Y... corriendo al teatro y tras éste, a la cena con Susana, una rubita escuálida que me hace reír con cada comentario, me deja la espalda siempre preparada para la guerra y por la que siento un especial cariño. Los pinchos, las cervezas, el argentino, las hierbas variadas, las flores frescas,las sillas color añil, el Río Miño y O´ Portiño, y el paseo hasta plaza España me remataron, dejándome sin fuerzas para aterrorizarme por la tormenta que se acercaba hasta nuestra ventana del hotel.

A la mañana siguiente, consigna de maletas, desayuno completo con invitación de café, juicio de familia, pérdida dentro del Meliá Plaza Castilla (por si no ha quedado claro, el sentido de la orientación no es mi fuerte) y el paseo por Serrano. Comida en restaurante Oter, donde me salté la dieta con pértiga y... la vuelta. Vuelta que nos amenizaron unos militares que venían de no se donde y, que sin los mismos y con cobertura, no hubiese sido lo mismo.

Para acabar, hacerle saber a mi mantra particular que es un placer viajar a su lado, agradecerle la complicidad infinita y comunicarle el deseo de poder compartir, muchos viajes y vivencias más.





martes, 14 de septiembre de 2010

orgullosa de mi hermana (I)

Hace 16 veranos y poco que mamá llegó a casa llorando tras una visita al ginecólogo. El corazón se me encogió al pensar que le habían detectado algún tumor irreparable y debían intervenir de inmediato, pero no, 5 meses después estábamos en la Clínica Santa Teresa, un 4 de enero de 1994. Eran las cuatro de la tarde cuando se llevaron a mamá asustada al quirófano y tu volviste en los brazos de una enfermera cinco minutos después...eras la niña más bonita que jamás había visto. No voy a entrar en quién de cogió primero y quién después, pero me da que alguien de los presentes sobraba...y voy a dejar lo ahí. La estancia de mamá en la clínica fue corta y, recuerdo que comíamos en un Chino que hacía tapas y bocadillos en una calle cercana. El primer día fue todo un "show", el papá aguantaba uno de los brazos de mamá para que no lo moviera y yo le sostenía el otro para que no se arrancase el gotero, cuando, de repente una enfermera entró dando las buenas tardes y, sin pensarlo retiró la sábana que cubría el cuerpo de mamá dejando al descubierto las gasas ensangrentadas que tapaban la herida...y....¡saaanngreee!, ninguno de los dos dijo nada pero, nos miramos y...¡el último mariquita!, papá se encerró en el baño y yo saqué la cabeza por la ventana. ¿Sabes que el abuelo Patri tampoco resistía la sangre?, tú debes haber salido un poco Albelda en ese sentido.

Regresamos todos a casa contigo y allí empezó la fiesta. El primer día se le antojó a la mamá zumo de naranja recién exprimido así que bajé a por naranjas y papá lo preparó, yo no sé la cantidad que ingirió, pero la suficiente para agriar la leche que tu te bebiste poco después...menudo desastre, lloraste casi tres horas seguidas...Por aquel entonces no teníamos calefacción en casa y la chimenea permanecía encendida día y noche...todo para que no te enfriaras. Pasó el tiempo y te convertiste en una muñeca de porcelana con un cabello rubio y rizado, propio de las niñas de catálogo. Cada noche nos acostábamos en la cama de mamá y saltábamos viendo el "canta, canta"...todo funcionó bien, hasta que una noche decidí meterme en tu cuna contigo y los laterales de la misma salieron disparados cayendo ambas al suelo. Todavía veo tu cara de terror y no puedo evitar reírme...papá entró, y al ver lo que había ocurrido, se dirigió a mi con cara asesina y...se atacó de la risa.

Pero... un mes de diciembre se nos paró el tiempo, una infección en la sangre recomendó el ingreso en el General y allí estabas tu, tan pequeña. La noche del ingreso salí con el que por aquel entonces era mi pareja y al regresar a casa, vi al Papá llorar. Aquella fue la única vez, ni siquiera cuando murió la abuela vi lágrima alguna. Recuerdo la habitación de hospital adornada con todos tus muñecos de peluche de Barrio Sésamo, fueron 8 días interminables...con gorritangas de los pies incluidas.

Creciste y te convertiste en una niña tímida y gordita de la que apenas tengo referencias...porque te abandoné. ¿Y sabes qué? Cuando regresé llorando con mi maleta cinco años después, te recostaste en aquella cama prestada y acariciándome el pelo me dijiste " Teta, no te preocupes, no llorés que yo te cuidaré"...no pienso olvidar aquello jamás.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

septiembre en mi piel

Se van acortando los días, quedaría estupendo poder decir que el sol calienta menos, pero no, por mucho que me empeño en recorrer el avance de temporada otoño invierno, el subconsciente me impide probarme abrigos y jerseis con un tanto por cien de lana, yo lo intento... pero no puedo. Me veo la imagen de abrocharme el abrigo y desfallecer por un ataque de calor, ambulancias y litros de solución salina para salvarme de una fuga de electrólitos..., ya me voy poniendo trascendental, la otra vida, el más allá y volviendo a acá, ¡que horror los dos capítulos últimos de la temporada de Anatomía de Grey!, he tenido que re-verlos para creérmelos y re-llorar de paso, ya puestos... ¿pero qué demonios se habían fumado los guionistas? ¿trataban que nos diera un infarto a todos los seguidores? Lo digo porque por aquí no debe haber 50 cirujanos cardio torácicos en cada hospital...cuidadín con los nuevas temporadas...que Dios sabe cuando llegarán.
Por el momento, he expulsado de mi vida, al menos durante este mes y espero parte del que viene, al pan, al arroz, a la leche, a la pasta, al chocolate, a los snaks chinos, al vino y la cerveza, a los helados, a las tartas de papá, y al vozka caramelo... y lo cierto es que, voy por ahí medio muerta de hambre, ¡malditas dietas! ¿Es que no piensan encontrar nunca la puñetera pastilla que te permita comer lo que se te antoje sin engordar? (Si me siguen leyendo los extraterrestres decirles que... todavía los estoy esperando).
Por otro lado, he agregado a mi vida el nuevo catálogo de Ikea, con el que tengo el comportamiento un tanto obsesivo e incluso me atrevería a decir "digno de estudio psiquiátrico". Lo llevo a todas partes, a la cama, al baño, en la cocina mientras guisoteo y...bajo ningún concepto dejo que se lo lleve nadie, aún con la promesa de devolverlo en plazo máximo de un par de horas, todo sea que me apetezca hojearlo y no esté. Además, pego post it y me hago composiciones varias, y lo peor de todo es que no me hace falta nada de nada y además no voy nunca a la tienda...ese bicho debe llevar algo glutamato monosódico que se esnifa al hojear... He agregado también a mi vida, días de complicidad infinita, noches de trabajo, madrugones, días de colegio, supradines activos y mucho, mucho optimismo.