
Si hubieses venido a buscarme sobre las 17 del viernes, te hubiese llevado conmigo. Tantas veces lo habíamos soñado, que al llegar a la Suite del Camps Elysées Plaza, hubiésemos descorchado la Veuve Clicquot y tras comernos los Godiva, hubieras pasado a comerme hasta dejarme sin aliento. Un enorme hall con sofás recios en tonos grises rallados y unas cortinas doradas con brocados que dan paso a dos enormes balcones, nos hubiesen dejado admirar la calle D´Artois. Escogí la habitación perfecta...y las sábanas ultra blancas, con olor a jazmín verde, se hubiesen tornado con tu aroma, más y más irresistibles.
Te hubiese llevado a cenar la primera noche al servicio Premier del Bateaux, una noche mágica donde lo más especial sin duda, hubiese sido, cuando tu mirada al desviarse hacia mi escote hubiera provocado el derrame del Saint Estèphe. ¿Recuerdas? Llevaba puesto el vestido azul de topos que tanto te gusta. A la llegada al hotel te habrías marchado al baño y en la penumbra hubiera perjurado, que jamás volvería allí sin tí.
El sábado al amanecer, me hubieras susurado para despertarme "Let de sky fall" , porque sabes que me encanta, mientras besando mi espalda, hubieras perdido tu mano izquierda entre mis nalgas, a penas cubiertas por un tanga con encaje. La Basílica de Sacré Coeur, en Montmartre, hubiese esperado a que llegáramos tras el Café de Flore y el retrato que te hubiese mandado hacer en Place de Tertre. Tras una ensalada en una Braserie, hubiésemos paseado por las antigüedades Egipcias del Louvre, acabando ambos, en la toilette, conteniendo la respiración agitada.
Agotada, a última hora de la tarde y como siempre, lamentándome de haber caminado y gastado más de lo debido en Foubourg Saint-Honoré, me hubieras hecho tu inagotable sesión de fotografías en el monumento emblema y hubiéramos vuelto al Hotel donde, esperando a que salieras de la ducha me hubiese quedado dormida sobre la cama, soñando regresar allí... contigo.