martes, 14 de septiembre de 2010

orgullosa de mi hermana (I)

Hace 16 veranos y poco que mamá llegó a casa llorando tras una visita al ginecólogo. El corazón se me encogió al pensar que le habían detectado algún tumor irreparable y debían intervenir de inmediato, pero no, 5 meses después estábamos en la Clínica Santa Teresa, un 4 de enero de 1994. Eran las cuatro de la tarde cuando se llevaron a mamá asustada al quirófano y tu volviste en los brazos de una enfermera cinco minutos después...eras la niña más bonita que jamás había visto. No voy a entrar en quién de cogió primero y quién después, pero me da que alguien de los presentes sobraba...y voy a dejar lo ahí. La estancia de mamá en la clínica fue corta y, recuerdo que comíamos en un Chino que hacía tapas y bocadillos en una calle cercana. El primer día fue todo un "show", el papá aguantaba uno de los brazos de mamá para que no lo moviera y yo le sostenía el otro para que no se arrancase el gotero, cuando, de repente una enfermera entró dando las buenas tardes y, sin pensarlo retiró la sábana que cubría el cuerpo de mamá dejando al descubierto las gasas ensangrentadas que tapaban la herida...y....¡saaanngreee!, ninguno de los dos dijo nada pero, nos miramos y...¡el último mariquita!, papá se encerró en el baño y yo saqué la cabeza por la ventana. ¿Sabes que el abuelo Patri tampoco resistía la sangre?, tú debes haber salido un poco Albelda en ese sentido.

Regresamos todos a casa contigo y allí empezó la fiesta. El primer día se le antojó a la mamá zumo de naranja recién exprimido así que bajé a por naranjas y papá lo preparó, yo no sé la cantidad que ingirió, pero la suficiente para agriar la leche que tu te bebiste poco después...menudo desastre, lloraste casi tres horas seguidas...Por aquel entonces no teníamos calefacción en casa y la chimenea permanecía encendida día y noche...todo para que no te enfriaras. Pasó el tiempo y te convertiste en una muñeca de porcelana con un cabello rubio y rizado, propio de las niñas de catálogo. Cada noche nos acostábamos en la cama de mamá y saltábamos viendo el "canta, canta"...todo funcionó bien, hasta que una noche decidí meterme en tu cuna contigo y los laterales de la misma salieron disparados cayendo ambas al suelo. Todavía veo tu cara de terror y no puedo evitar reírme...papá entró, y al ver lo que había ocurrido, se dirigió a mi con cara asesina y...se atacó de la risa.

Pero... un mes de diciembre se nos paró el tiempo, una infección en la sangre recomendó el ingreso en el General y allí estabas tu, tan pequeña. La noche del ingreso salí con el que por aquel entonces era mi pareja y al regresar a casa, vi al Papá llorar. Aquella fue la única vez, ni siquiera cuando murió la abuela vi lágrima alguna. Recuerdo la habitación de hospital adornada con todos tus muñecos de peluche de Barrio Sésamo, fueron 8 días interminables...con gorritangas de los pies incluidas.

Creciste y te convertiste en una niña tímida y gordita de la que apenas tengo referencias...porque te abandoné. ¿Y sabes qué? Cuando regresé llorando con mi maleta cinco años después, te recostaste en aquella cama prestada y acariciándome el pelo me dijiste " Teta, no te preocupes, no llorés que yo te cuidaré"...no pienso olvidar aquello jamás.

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