martes, 20 de abril de 2010

COMO DOS NINFAS


Hoy no me esperaba nadie en la parroquia como de costumbre, para inundarme de problemas a los que, de tanto en tanto, me siento desbordada y apenas puedo alzar los hombros para acabar derivando a servicios sociales


María, una mujer de color que atiende mañana y tarde a todo "quisqui" que aterriza por allí, se aquejaba de una gastroenteritis y recortaba banderines con Agu; al parecer están preparando un "no se que" de la catequesis que las viene trayendo de cabeza.
Las niñas, siempre con pañuelos en la cabeza, revoloteaban como de costumbre junto a su madre, que también tiene la extraña costumbre de cubrirse la cabeza con turbantes y gorras, escondiendo un bonito pelo plagado de caracoles. Tras recibir un beso de cada una, les pregunto por esa extraña manía de cubrir sus cabezas y, un tanto sonrojadas explican con aclaraciones de mamá, que fueron atacadas por pequeños intrusos y que la manera de exterminarlos fue cortando el cabello - en casa y sin luz - matiza la madre zanjando el tema.
Tras poco insistir, rapto a las menores en mi coche y aparezco en el estilista, quien viene de un tiempo a esta parte arreglando "crisis existenciales" de diversos miembros de mi familia. Tras observar el cabello de las niñas... resopla y como siempre, encuentra una rápida solución para que ambas se sientan como verdaderas princesas.
Primero, la mayor deja que le laven el cabello y observa con serenidad los movimientos de cada una de las chicas que allí trabajan mientras la hermana ríe y comenta cada uno de los potingues que le van aderezando el cabello, inquieta porque sabe que la próxima es ella.
Con una serenidad pasmosa, el estilista de mi vida, reinventa cada uno de sus peinados y finalmente una vergonzosa sonrisa escapa de la cara de Blanca al verse preciosa en el espejo y Lucera, como le gusta que la llamen, aunque con el pelo un poco más corto que su hermana, relame una piruleta y comenta lo asombrado que quedará el hermano al verlas tan bellas. Sus sonrisas comparten como siempre una complicidad infinita.
Finalmente regresamos al punto de partida y, como dos ninfas corretean enseñando a todo el mundo sus nuevos peinados que, sin lugar a duda , no solo las hacen estar más bellas sino... más felices. Ojalá todo fuera tan fácil.

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